2 de junio de 2019
Feliz domingo de la Ascensión del Señor.
Celebramos que el Hijo de Dios culmina su misterio de entrega por la salvación de la humanidad subiendo glorioso hacia el cielo. La Palabra de Dios que existe desde siempre y que se encarnó en el tiempo en Santa María la Virgen, vuelve junto al Padre. Nuestra fe lo profesa diciendo que ahora está sentado a la derecha del Padre. Jesús ha culminado la obra de la redención, pero no es un jubilado que ha realizado su misión sino que, como Sumo y Eterno Sacerdote y como único Mediador entre el Padre y la humanidad, presenta constantemente nuestras oraciones y súplicas ante el Todopoderoso. Él es el puente para el encuentro gozoso entre la humanidad pecadora y el Dios siempre misericordioso.
Y en las cosas de la fe siempre hay algo de misterio. Jesús que marcha al cielo se queda con nosotros hasta el fin de los tiempos. Hay muchos signos de la presencia del Señor, el más importante la Eucaristía, Cuerpo y Sangre ofrecidos para la remisión de los pecados. Todos los sacramentos nos van vinculando al Señor y nos hacen sentir su cercanía. Y, junto a ellos, los pobres y necesitados de quienes se ha dicho con mucho acierto que son “cuasi-sacramento de la presencia del Señor”. No olvidemos nunca lo del Juicio Final: “Lo que hicisteis a mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis”.
Los Apóstoles quedaron mirando al cielo, menos mal que les advirtieron: “¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”. Hoy también nosotros escuchamos y acogemos esta palabra. Sabemos que somos ciudadanos del cielo, sabemos que estamos en el mundo pero no somos del mundo (aunque a veces se nos nota poco -podemos revisar nuestra superficialidad y mundanidad-), sabemos que nuestro destino es el cielo, pero no olvidamos que nuestra tarea está aquí en la tierra, en nuestra historia, con y entre nuestras gentes. El cielo no es ruptura sino continuidad. Y aquí tenemos una tarea grande: seguir al Señor, ser fieles a su voluntad, anunciar su Reino, expresar los grandes valores que Jesús anunció, vivir la caridad, amar a todos con paciencia y misericordia… Buscar el Reino de Dios y su justicia no es pequeña misión.
El día de la Ascensión es día de envío misionero. Jesús nos lanza al mundo para predicar, para bautizar, para enseñar. Y nos da la fuerza para ello: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos… hasta el confín de la tierra”. ¡Qué alegría vivir en una Iglesia misionera, en una diócesis misionera, en una parroquia misionera! No queremos ser grupos “estufa” en los que vivamos continuamente dándonos calor unos a otros, sino comunidades abiertas al que no viene, al que no sabe, al que no tiene, aún con el riesgo que esto puede suponer.
Con Santa María la Virgen Madre de la Iglesia esperamos en estos días en oración profunda la venida del Espíritu que celebraremos el domingo próximo en Pentecostés.
Un saludo. Alfonso.