Chesterton para dar vida al padre Brown, confiesa que se inspiró en un gran amigo, sacerdote irlandés. Un día le comentó que iba a escribir unas declaraciones apoyando determinadas situaciones. El padre O`Connor le fue argumentando por qué no debería hacerlo. Las historias que el sacerdote le relató eran demasiado escalofriantes, duras, como para andar con tonterías.
Tras esa conversación, Chesterton presentó al padre O`Connor a unos conocidos. Estos quedaron encantados con la conversación inteligente y el humor del cura. Durante la conversación, el sacerdote tuvo que ausentarse, lo que aprovechó uno de los amigos para decir: estos curas hablan muy bien y son muy buenos, pero de la vida, no saben nada. La carcajada de Chesterton fue descomunal.
Alguien podría encontrarse con el padre Agustín, escucharlo y pensar lo mismo que aquel desafortunado joven,
si no ha leído el Barro de los sueños.
Porque en él encontraremos los desperdicios que nuestra sociedad produce y que abandona a la buena de Dios, y nunca mejor dicho, porque en un barrio marginal de Los Ángeles, el único que echa una mano a estos pobres diablos es Dios.
“Por las historias de este barrio corren parejas la fatalidad y las inmensas ganas de vivir.”
“Cada historia es un libro abierto para el padre Agustín, que sabe leerlo y quiere encontrar en él lo verdadero, lo bello y devolvérselo a esas almas atormentadas por unas circunstancias y una vida que no les ha invitado a vivirla”
Puede ser un libro duro, es difícil asimilar lo que leemos sin sentir un dolor agudo en el alma: “el libro en sí es una paradoja: Lo terrible, lo más despreciable, los seres humanos más rotos; la fealdad del mundo es presentada con ternura, con belleza”, hasta con humor.
“La gente tiene fe ciega en su cura, lo buscan para todo, desde arreglar papeles hasta hacer fotocopias o escribir cartas. Lo creen omnipotente y saben que está siempre de su lado”
El padre Agustín nos invita “a recorrer las cunetas de la existencia y entrar en comunidades con una realidad que tantas veces nos empeñamos en ignorar”.