¿Quién no se ha quedado extasiado ante un cielo impresionante de atardecer o de nubarrones tormentosos? ¿Quién no ha sentido encogerse al tiempo que expandirse ante la vista que se abre en la cima de una montaña? Y, ¿ quién no ha permanecido absorto, durante un tiempo indefinido, acompasando su ser contemplando el ir y venir incesante del mar?
Y podríamos seguir enumerando experiencias parecidas donde la única acción posible es la contemplación silenciosa de lo que acontece a nuestros ojos.
“Una ausencia iluminada” es un paso más en la vía de la contemplación. El agustino Martin Laird nos puso delante de las puertas y este segundo libro nos invita a abrirlas.
Lo primero que nos descubre es que la vida contemplativa no se opone a la vida activa, sino a la reactiva; es decir a la neurótica reacción ante los conflictos de la vida. Estilos de vida emocionales altamente condicionados nos disparan a la reacción, al inevitable parloteo interior, al visionado de nuestros “propios videos emocionales”
El mejor ejemplo es el del propio Jesús y nos lo da cuando es tentado en el desierto por Satanás. No entra en debates con él, simplemente le responde con las Escrituras. “El combate de Jesús con los pensamientos se convierte en el fundamento de la práctica contemplativa cristiana: La repetición silenciosa de una frase de las Escrituras para lograr centrar la atención.”
“Una vida de quietud no es una vida en ausencia de conflicto, sino la que nos enseña a afrontarlos de otra manera: la de no convertir en conflicto el hecho de que en la vida haya conflictos”. “La práctica contemplativa es un arte y no una técnica”, y colmo arte hay que cultivarlo, trabajarlo ir superando fases: lograr la atención plena, consciente, iluminada de una ausencia que es Presencia total en nuestro interior. La necesidad de comprender que Dios no está fuera de nosotros, sino en nuestro interior.
¿Y qué hacer con nuestro parloteo, nuestra cháchara y nuestros videos interiores? La sabiduría del desierto responde de forma práctica, ya que “el hecho de que estos pensamientos turben el alma o no, no depende de nosotros; sin embargo que se detengan o no de nosotros depende”.
Puede que en este mundo de ajetreos y ruidos, introducir la oración contemplativa cristiana sea gozar de esos breves instantes de eternidad disfrazados de cielos espectaculares, de vistas infinitas y del sosiego incansable del mar.
Solo habría que añadirlo a la lista de propósitos para este nuevo año.
Feliz año y feliz lectura.